Detrás de la ventana
- Yizeth Arellano
- 9 oct 2019
- 2 Min. de lectura
Siempre jugaba a crear las mejores historias al otro lado de la ventana. La rutina no era su mejor aliada, mucho menos la disciplina. Y es que amaba la improvisación en todas sus presentaciones. Podía tomar el café en una copa y no tenia objeción a disfrutar del sabor inigualable del vino en una taza. Y es que para sí lo importante era la esencia y no la presentación.

Siempre consideró que ser poco predecible le entregaba un poder sobre su vida que jamás estaría en las manos de nadie más. Sabía muy bien que la peor vulnerabilidad que podía mostrar era verse esperando algo de alguien. Ama el calendario si y solo sí siente que no sigue los días con su mente.
Rememora lo que hizo durante el día. Se ríe y se regaña por lo bueno y lo que repitió del día anterior. Se fijó la meta de vivir distintos todos los días de su vida, porque no quiere que se le pase ningún detalle de este paso por el mundo.
Sabía identificar su hora preferida sin mirar el reloj, porque el resplandor del sol le acariciaba las mejillas mientras imaginaba la vida que se negó a vivir. A ojos cerrados, se le eriza la piel con la temperatura y cada recuerdo que le acompaña mientras la noche se acerca. Pero, no se pierde por nada el último suspiro del sol antes de dormir frente a la luna. El dorado que recorre cada espacio de su casa por el paso de la luz, le recuerda la importancia de su primer amor, ese por el que no entenderá de límites.
Siempre hay más historias detrás de la ventana, más allá del calendario, lejos de la rutina y llenas de todo lo bueno e impredecible de la vida.
Siempre hay más de una ventana. Hay quien ve detrás de la ventana y siempre hay alguien que te ve a ti en cada cosa que ve.
Detras de una ventana, de ambos lados, y en distintas direcciones muchas historias aún por contar.
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