Me siento feliz y no soy culpable por eso
- Yizeth Arellano
- 19 abr 2017
- 3 Min. de lectura
El tema reiterativo de la felicidad, su búsqueda y la condena de ella por los problemas que aquejan al mundo pone dudoso a más de uno sobre la existencia de ese estado anímico perfecto.

Pensar en la felicidad es algo inevitable en todos los seres humanos. Los depresivos piensan que no existe y que si existe no es para ellos. Los pesimistas creen que es un efecto ilusorio de los que están locos y los que dicen ser realistas aseguran que la felicidad es algo inventado para no perder las fuerzas en el camino a nuestros sueños.
Sin embargo, los positivos compulsivos -termino con el que denomino a los motivadores del siglo XXI- concuerdan en varios puntos. Por ejemplo, que la felicidad es un estado de ánimo, otros determinan que es una decisión, y hay algunos que consideran que es la capacidad de adaptarse al entorno, las personas y los aprendizajes.
También se cree que, la felicidad es un estado mental, en el que se aprende a valorar lo que somos, lo que hacemos y que, a pesar de ser una búsqueda inalcanzable, se vive en el presente.
Lo cierto es que. muchas veces, todo el concepto queda solapado por las noticias negativas y lamentables que afectan al mundo, esas que reflejan grandes tragedias y que tocan nuestro corazón, cambiándolo muchas veces y adaptándolo al estatus de agradecimiento por las cosas buenas que vivimos.
Sin embargo, si una persona dice que es feliz, es propensa a pasar diferentes escenarios cuando otras personas lo escuchan. El Primero es que se alegran y quieren conocer la causa de ese estado anímico deseado. La segunda, es que puede levantar sentimientos indeseables como la envidia, y la tercera es que, lo juzguen como “un ser indiferente” ante los problemas que aquejan a la sociedad.
Lo cierto es que, ahora “ser feliz” se ha vuelto algo condenable, deseado o indiferente para muchos. Si no, diga esto a viva voz en un ascensor lleno de personas a ver qué le responden.
Como seres humanos, ante las respuestas negativas de quienes no entienden la alegría a su máxima expresión, en ocasiones hace que aparezca el sentimiento de culpa. Es ahí, justamente ahí, donde nos empezamos a cuestionar sobre si nuestra felicidad es o no válida, si es lógica y si es congruente con nuestras acciones.
Este proceso reflexivo lleva a las personas a cuestionarse situaciones de vida propias que son simples como, por ejemplo, los gustos, los placeres, los sueños, las metas y el anhelado proyecto de vida. En cierto modo esto nos ayuda, a reestructurar nuestras metas, nuestra forma de vivir y nuestro obrar por la vida.
Pero, desde otro punto de vista, nos enfrenta a una sociedad dura, que a veces apunta, cuestiona y condena con facilidad, sin conocer las historias de quienes habitan la ciudad.
Este artículo defiende la libertad de elección del esquema de felicidad de cada persona, siempre y cuando no viole los derechos, limites racionales y deberes de los demás.
Este texto reconoce que hay una realidad dura para quien decide ser feliz y expresarlo al mundo. Además, defiende a quien así se sienta feliz, porque a fin de cuentas hay personas que son felices por el simple hecho de vivir, con sus errores, pruebas, experiencias y aciertos.
La receta perfecta de la felicidad no es exacta, no es limitante, y es moldeable a cada situación de vida.
Para finalizar, te invito a pensar en qué es para ti la felicidad y si haces uso de todos sus juguetes como: la sonrisa, la buena disposición por el bien común y la autorrealización.
Nota: Querido lector, aunque no conozco tu opinión sobre el tema, te pido que no me juzgues. Además te pregunto, ¿En algún momento te has sentido feliz? Si tu respuesta es sí, entiende que una persona en ese estado anímico dice muchas cosas. Si tu respuesta fue no, no te enojes por mi opinión. Al final de todo, yo me siento feliz y no soy culpable por eso.
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