Un, dos, tres y contigo el mundo se pone al revés
- Yizeth Arellano
- 5 ago 2018
- 3 Min. de lectura
Con el 5,6,7 más de uno encontró con quien echar un pie. En una pista de baile, el conteo es fundamental para comenzar a bailar. Sin embargo, hay quienes desarrollan la habilidad para seguir el ritmo sin tan siquiera tener un número en la mente.

Probablemente la mirada de otra persona será el punto de inicio de una historia que durará una canción. El Primer paso, observar, mirar y elegir, con la intención de tomar la mano de esa persona con la que se invertirán unos minutos de vida. Si toma el ritmo con rapidez, respeto y cordura, sabrás que fue suerte, otros le llamarán destino y quizás si eres buen bailador le podrías llamar casualidad.
En una pista de baile se encuentran diversos universos, que responden a sistemas de creencias particulares. Ahí pueden concordar los indecisos, los impulsivos, los alegres, aquellos que simplemente siguen la corriente, los tercos, los dominantes, los engreídos y los humildes de corazón, todos responden a una misma razón: vivir, sentir, expresar y confiar. La locura y la cordura también se hacen presentes, la locura de enfrentar el temor al ridículo y la cordura de mantener una secuencia lógica de la acción: en la que las vueltas cumplen una función especial en el coro y el final debe ser ejemplar.
Tomar la mano de una persona desconocida es viable en una pista de baile, es la excusa para quienes con respeto desean acercarse a compartir algo más que una sonrisa o una mirada con otra persona. Comparten la vida, un momento, un gusto y la valentía necesaria para confiar. Mientras se baila, se muestra el carácter, se establecen límites, se aprende a perdonar (sobre todo a quien empuja, tropieza o pisa los pies del elegido o elegida), se superan los errores con facilidad y se resiste de forma leal hasta que la canción termina.
La vida es también eso, entender que cada relación es una forma de bailar, donde cada uno muestra su mejor o peor paso, donde hay movimientos inesperados o buscados, donde algunos dirigen mientras otros se dejan llevar. Vivir en como bailar, vivir en confiar, creer, intentar una y otra vez hasta que la naturalidad pisa al miedo, hasta que la compañía perfecta llega para quedarse. Bailar es vivir también, bailar es sentir que el mundo se puede mover según la voluntad de quien desea dar un paso tras otro con sentimiento, emoción y agilidad.
Bailar es sin duda alguna la expresión de muchos que han aprendido a vivir, aunque sus pasos sean confusos, sientan que no tengan ritmo o que sus pies llegan con tardía, así también es vivir. Habrá quienes te dirán que no sabes hacerlo, que mejor te dediques a otra cosa. Y eres solo tú quien decide si se retira o baila de nuevo. Eres tu quien decides si abandonas a mitad del camino, quien se deja vencer por el miedo a fallar o quien resiste hasta el último compás.
Bailar es más que mover el cuerpo, bailar es apostar a ti, apostar por el otro, apostar a crear y convivir juntos en un mismo lugar, entendiendo que hay algo que nos une a todos. Porque, para bailar no es necesario ser iguales, lo más importante es atreverse.
Texto inspirado durante una canción de salsa, luego de escuchar la frase “Mientras bailes conmigo, prometo no dejarte caer, ni mis brazos fallaran al sostenerte”.
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