Aroma, tiempo y Fe
- Yizeth Arellano
- 31 dic 2018
- 2 Min. de lectura

Escribir cuando el año termina según el calendario común que marca los días, las semanas y los meses es tarea fácil al principio.
Pensar por mes se convierte en un recorrido mental rápido, quizás como ese tráiler con algunas escenas en negro y otras llenas de color. Algunos meses se pierden entre cada acto que nos estremecieron el cuerpo o nos erizaron la piel. Recordar qué día fue con exactitud ese acontecimiento que te marcó, cambió y fortaleció se convierte en un reto. Quizás fue un miércoles o un domingo, probablemente se asome la hora, pero algún aroma más allá del tiempo te hará revivir eso que guarda tu mente o tu corazón.
Si jugamos a recordar acciones en particular, nuestro orden emotivo queda más claro: una mirada, una sonrisa, un abrazo o una lágrima tienen nombre en nuestro año, ese que llamamos 2018 y al que hoy le decimos adiós. Armamos nuestro álbum de recuerdos, las fotos nos ayudan a ubicarnos en el tiempo, pero sin la Fe probablemente no los habríamos vivido. Esa certeza de lo que se espera con ansias y que solo por medio de la voluntad podemos hacer posible si seguimos el camino planteado, ese primer paso que nos trajo hasta el hoy, y que es solo un reflejo de nuestro mundo interior.
El aroma a tierra mojada, producto de la lluvia que en algún momento te atrapó de camino al trabajo, mientras corriste al carro o cuando disfrutaste de un espectáculo al aire libre también tiene nombre. Lleva el rostro de la persona que hizo que aprendieras a reírte o bailar bajo cada gota. El aroma del café es significativo desde que descubriste que cada taza envuelve una historia o el detalle de un lugar nuevo. Mientras que la gastronomía se convirtió en un mapa, que te trasladó a países, culturas y tradiciones propias o ajenas. Las flores y el perfume de alguna persona también te sorprendieron por vínculos de amistad, amor, atracción o despedidas. Decidiste, muchas veces decidiste durante todo el año, creíste, confiaste, creciste, eres más de tí mismo ahora que al principio.
Te tocó adueñarte de tu vida, tus emociones y tu porvenir, más allá del significado de cada detalle.
En resumen, nuestros 365 días, no fueron solo días, no fue un año, no se dividió en horas, minutos o segundos en nuestro universo experiencial. El 2018 fue el producto de nuestra Fe, las vivencias que le entregaron sentido a los aromas y el tiempo que invertimos en vivir de verdad sin depender del reloj.
Que este nuevo año, le entreguemos el sentido y la dignidad que merece nuestra inigualable vida. Hagamos valioso cada paso. Entre aromas, el tiempo y la Fe estás tú, y espero que lo puedas ver para que este año sea más tuyo que el anterior.
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