Escribir al amor es asignatura pendiente

En su juego de intriga nos pica el ojo desde distintas historias de vida.

Me atrae, me atrapa y me encuentro cuando lo descubro. Me gusta encontrarte en la sonrisa de un padre que abraza a un hijo. También he sabido verte en la mirada fija de una madre que peina y arregla a su pequeña de camino al colegio.

Es gracioso descubrirte escondido en la sonrisa pícara del que sirve el mantecado que se come ella, la que solo visita la heladería por ver a quien aparece durante sus sueños de madrugada.

He logrado observarte y me has dado lágrimas que corren desde mis ojos durante los abrazos en duelo, las graduaciones o los matrimonios.

Me ha tocado verte huir de las vidas de pareja por la pasta de dientes pegada en el lavamanos, por las horas de espera sin verte llegar o por la basura que simboliza la dejadez no solo del hogar sino de los contratos de colaboración doméstica entre amantes.

Te esfuerzas por quedarte donde te niegan una y otra vez producto de las decepciones.

Te conviertes en inmortal para quien consiguió en otra persona el sentido de su vida. Sin embargo, hay quienes se niegan a dejarte ir, si pudieran agarrarte de las manos, sostenerte por los pies o detenerte justo cuando te escurres del corazón, probablemente sería porque entendieron que solo es posible si toman la decisión. Esa decisión de decirte sí todos los días, una y otra vez, todo el tiempo, cada vez que sea necesario y cuando aún sientan que no pueden más.

Solo cuando decidan tenerte como práctica, como guía y como fin último habrán aprendido tu lenguaje. Ese al que solo se llega cuando te esperan, te conocen, y deciden quedarse contigo. Los retos serán muchos, y van desde observarte más allá de lo visible, superar el miedo a morir en el intento y atreverse a conocer las palabras, las señales y los gestos para llegar a ti.

Amor, eres la razón no solo de estas líneas, sino de todas las historias que me motivan a escribir. Siempre serás mi asignatura pendiente.

Atte. Yizeth Arellano

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